Fue en la Medea de Séneca la primera vez que apareció esta locución, Cui prodest, que con posterioridad se ha venido utilizando en Derecho cómo fórmula para detectar la autoría de una fechoría, averiguando quién se beneficia de algo. Así, podemos encontrar el autor del crimen.
Hace un par de días que la Avenida Isaac Peral está cortada por la necesidad de sembrar, ornamentar una calle, molestando a vecinos, a padres, madres y alumnado, con vistas de que todo esté listo para la Semana Santa, donde miles de personas de fuera vendrán a visitarnos esta semana grande.
«Todo preparado para que vengan y vean esas gigantescas palmeras de varios metros de altura, esa ingente fuente, y ese tumulto -que dirían los griegos- más parecido a una pira fúnebre que a alguna especie de infraestructura que parece que auxilia de agua a la fuente colindante».
¿A quiénes mejorarán la vida estas palmeras o la fuente? ¿A los vecinos y vecinas que viven en la zona?¿ a los miles de chicos y chicas que pasean diariamente de camino a sus centros escolares? ¿a los comercios y hosteleros? Más bien parece que no, porque no habrá más lugares sombreados donde pasar la tarde, porque tampoco parece que habrá más clientes que se desplacen a la zona, atraídos por la fuente y consigan que se les abra el apetitivo estomacal o de consumo. Tampoco a los miles de parados que no tienen empleo y tienen dificultad para pagar las facturas, o el material escolar de su familia, o incluso el IBI o la tasa de carruaje. Parece que tampoco ellos les va a mejorar la vida. A los que echaron la bolsa de empleo, que no son llamados, a los que esperan un plan de empleo municipal , a esos tampoco parece que este majestuoso oasis no les beneficia.
Ni a los vecinos y vecinas que viven en las barriadas o zonas alejadas de las arterias principales, no solo parece que no les beneficia sino les recuerda cada vez que se desplacen al centro urbano, que él ni tiene palmeras, ni zonas verdes, más que las malas hierbas que nacen de las grietas de las aceras o al filo de sus caminos, ni fuentes más que los charcos que se acumulan en los baches cuando caen dos gotas.
Por tanto, ¿por qué el alcalde no gasta el dinero público en las verdaderas necesidades de las barriadas, no hace planes de empleo, ni becas para nuestros estudiantes, ni mantiene limpia las urbanizaciones? ¿Por qué gasta miles y miles de euros escandalosamente en palmeras, fuentes y esculturas,? ¿Por qué? Es ahora, entonces, cuando debemos utilizar la máxima que se utiliza en cualquier investigación. Preguntémonos: ¿a quién beneficia esto? En la respuesta está la solución al acertijo.